martes, 4 de septiembre de 2012

El paso en falso de Rick Pitino y el lustro ominoso de los Celtics



Por Enrique Castellano (@encasrod)

Rick Pitino era el entrenador de moda en Estados Unidos. Había sorprendido a todos metiendo a un programa como el de Providence en Final Four a mediadios de los 80′ lo que le valió para ser contratado para dirigir a los Knicks más prometedores en décadas liderados por Pat Ewing. A éstos los dejó en la estocada para resucitar el programa de la Universidad de Kentucky a principios de los 90′, la segunda más exitosa de la historia tras UCLA, cosa que consiguió de la mano de los “Inolvidables”, de Jamal Mashburn y del título universitario de 1996, formando una de las mejores plantillas jamás vistas en el baloncesto universitario: Antoine Walker (en forma), Ron Mercer, Derek Anderson, Tony Delk, Walter McCarty, Nazr Mohammed y los menos vistosos en Mark Pope, Jeff Sheppard y Wayne Turner. Todos acabaron jugando en NBA.







Todo genio suele tener un punto negro en la carrera, y en el caso de Pitino fue uno bastante grande. En 1997 decide fichar por los Boston Celtics como entrenador, general manager y presidente de operaciones. El montante del contrato varía según los medios en los que se consultan, pero las cifras hablan de un contrato que oscila entre los 50 y 70 millones de dólares por 10 años, lo que le convertían en el entrenador mejor pagado de todos los tiempos (de cualquier deporte) hasta el momento.


El italoamericano siempre ha sido una persona muy ambiciosa. A pesar de ello, la decisión de volver al baloncesto universitario tras un ilusionante paso por los Knicks fue, en parte, a la estabilidad que supone ese trabajo. En Kentucky lo tenía todo: respeto, dinero, fama, estabilidad, un equipo campeón… Pero los Celtics le ofrecieron remontar el vuelo de una franquicia que no había logrado superar los años 80 y las desgracias que impidieron su reconstrucción. La última temporada céltica se había saldado con 67 derrotas y sólo 15 victorias. Todos los medios de la época coinciden en que Rick se marcha a los Celtics en 1997 por las posibilidades de escoger a Tim Duncan en el número 1. Una ronda traspasada por Dallas junto a la que ya poseían sumaba algo más del 36% para conseguir al que a la postre se convertiría en uno de los tres jugadores más dominantes de la siguiente década.


Sin embargo, la diosa fortuna no se alió con el equipo céltico y el número 1 del draft acabó en manos de San Antonio, mientras que los Celtics se tuvieron que conformar con los picks 3 y 6 del draft que se tradujeron en Chauncey Billups de Colorado y Ron Mercer, un ex-pupilo suyo en Kentucky. Estos dos jugadores se sumaron Travis Knight y Chris Mills como agentes libres, aunque éste último ni siquiera llegó a debutar como céltico en partido oficial porque fue traspasado a los Knicks donde el principal jugador recibido fue Walter McCarty, otro ex-Wildcat que se sumaba a la aventura NBA de Pitino. Una de las cosas que siempre echó de menos Rick y que jamás consiguió fue firmar a un center decente. Duncan nunca llegó vía draft, Radja volvió a Europa y la rotación interior la cerraban como buenamente podían un pluriempleado Antoine Walker y centers de la talla del citado Travis Knight, Andrew DeClercq, un lesionado Pervis Ellison y un Zan Tabak al que le quedaba grande la NBA fuera de los equipos de expansión.




Aún así, Pitino parecía haber formado un equipo de su gusto. La columna vertebral (Walker-Mercer-McCarty) del equipo sabía como jugaba y un base joven y atlético como Billups se adaptaba perfectamente al juego de presión asfixiante, traps, pase extra y tiro de tres. El quinteto lo acabarían completando Knight y DeClercq en el puesto de cinco.


Pero Pitino tuvo que dar un bandazo más en su programa. No acabó convencido de lo que podía aportar Billups y prefirió traspasarlo por un jugador más creativo como Kenny Anderson, de pasado brillante en el baloncesto universitario y con una carrera NBA llena de luces y sombras de su paso por New jersey y con un camino de la amargura por Hornets, Blazers y Raptors. Pensó que sería capaz de resucitarle, pero no fue así. El equipo acabó con un balance de 36-46 y con la sensación de que el proyecto había dado demasiados bandazos. Aún así, el equipo mejoró su balance e imagen, dejando recibir sólo 98 puntos por encuentro en comparación a los 108 que habían encajado el año anterior.



El verano volvió a ser muy movido. Rick Pitino estaba convencido en haber descubierto el nuevo Larry Bird en Dirk Nowitzki y estaba completamente decidido a escogerlo, pero los Mavericks se adelantaron y tuvieron la suerte de ver como Paul Pierce se había convertido en un sleeper aquel draft, cayendo hasta el puesto número 10 del draft de 1998. Luego se acertó en buscar un perfil de poste algo más duro y defensivo y se dejó marchar a Knight por Tony Battie y a DeClercq por Potapenko y la primera ronda del draft de aquel año que acabaría siendo lotería de nuevo, pese a las expectativas creadas.




La temporada 1998-1999 estuvo marcada por el lockout y en los Celtics el caso se ejemplifico en la forma física de Antoine Walker. Vino pasado de peso y tuvo varios enfrentamientos con Pitino a lo largo del año. Pasó de firmar 22 puntos y 10 rebotes por encuentro a 18-7, bajando sus porcentajes. Kenny Anderson no acabó de cuajar en el esquema defensivo y Pitino no fue capaz de motivar a los jugadores e imprimir el juego que quería. Seguían siendo serios en defensa, pero veían el aro demasiado pequeño. Se le empezó a señalar como el culpable de la marcha del equipo y de intentar controlar demasiado el talento de aquel equipo. La llegada de Paul Pierce fue el oasis en el desierto de Rick, que rápidamente mostró sus cualidades y se ganó a la afición del Garden.


Las dos últimas temporadas no fueron a mejor. Rick siguió dando bandazos al traspasar a Mercer, sin sitio en el equipo con la llegada de Pierce por Fortson y un año más tarde volvería a traspasar a éste por dinero, una primera ronda del draft y los futuros jugadores ACB Robert Pack y John (el Gordo) Williams. A tal punto llegó la crispación entre Pitino, prensa y afición que acabó en un discurso motivador que no sentó nada bien en Boston.




“Cuando los fans se den cuenta que ni Larry Bird, ni Kevin McHale, ni Robert Parish pasarán por esa puerta, antes consigamos eso será mejor. Lo que nosotros somos es jóvenes, trabajadores y vamos a mejorar. Todos tenemos que darnos cuenta de esto (…)”.


Tras una severa derrota contra Miami por más de 30 puntos a punto de finalizar el año 2000, Pitino decidió dimitir. Había declarado que dimitiría si no conseguía hacer mejorar al equipo y un catastrófico 12-22 fue el balance que dictó sentencia. Jim O’Brien, su fiel asistente fue el encargado de reconducir al equipo a un balance del 50% bajo su dirección (24-24) y al año siguiente llevaría a la franquicia de Massachussets a las Eastern Conference Finals por primera vez desde que en 1988 cayeran 4-2 contra los Bad Boys de Detroit.

Casi un lustro para olvidar, tanto para los Celtics como para Rick. A ambos les fue mucho mejor tomando caminos separados. Los verdes volvieron a ser protagonistas en el Este mientras que Rick volvió a encontrar un hogar en Kentucky, pero esta vez dirigiendo al archienemigo de sus Wildcats, los Cardinals de Louisville.

Cuando se juntan los más grandes, no siempre se acaba ganando y eso fue lo que pasó con Boston y Pitino.

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PD.- Mi más sincero agradecimiento a Enrique Castellanos que, de forma totalmente desinteresada,  decidió ponerse en contacto con La Butaca a fin de dar cabida a los Celtics más olvidados (o que más queremos olvidar) en este foro divulgativo de la cultura céltica.


3 comentarios:

  1. Me ha encantado el articulo la verdad muy bueno
    Podriais escribir un articulo sobre los Celtics de la Epoca Green, Telfair, Jefferson y compañia?
    Un saludo

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  2. Me lo apunto en la agenda. El próximo versará sobre la carambola que supuso la llegada de Rusell a Boston

    Abrazos

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  3. Muy chulo el escrito, recuerdo que por esa época estábamos ilusionadísimos por retomar y construir un gran equipo. Ya en los primeros partidos nos tirábamos de los pelos por los roces Pitino-Billups. Saludos.

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